lunes, 9 de mayo de 2011

Gracias, Ernesto

El poeta que contempla un arbol y que describe el estremecimiento que la brisa produce en sus hojas, no hace un analisis fisico del fenomeno, no recurre a los principios de la dinamica, no razona mediante las leyes matematicas de la programacion luminosa: se atiene al fenomeno puro, a esa impresion candorosa y vivida, al puro y hermoso brillo y temblor de las hojas mecidas por el viento.

Es rico leer a Sabato, weon. A medio camino de Sobre Heroes y Tumbas, me di cuenta de que estaba leyendo mi novela. No porque me viera reflejado en los personajes o alguna basura asi. Simplemente porque siento que me toco el alma. La retorcio, y la cambio totalmente... Me cambio. Y el hecho de saber que debe haber una cachá de gente a la que le causo algo similar, mas que hacerme sentir menos especial, me da esperanzas.

Ernesto Sabato fallecio el sabado antepasado. Tenia 99 años y le faltaban dias para los 100. Pero tuvo una vida impresionante. No por todas las cosas que consiguio, no por haber sido un cientifico reformado en novelista, no por la fama que se hizo, no por la vida bohemia de artista. Es porque el weon la hizo. Porque le gano a la vida, aunque no pudo ganarle a la muerte (pero nadie puede, loco).

Digo que le gano a la vida porque tenia todas las de perder. Cualquiera que haya leido Abaddon el Exterminador podra concordar conmigo: Ernesto Sabato estaba lleno de demonios. Abaddon es una catarsis, una explosion de toda la oscuridad que habitaba su cabeza. Sabato logro lo que pocos escritores consiguen, y que pocos buscan, la verdad: plasmar su alma en un libro. Y en cierto sentido lo logro con todos sus libros.

Y por eso le doy las gracias, por esa honestidad tan brutal. Por esa sutileza, por esa estetica maldita, por ese ritmo, por esa belleza resplandeciente, por esa oscuridad terrible... Pero sobre todo por esa brutal y violenta honestidad. Esa que una vez que la presencias te cambia por completo, te hace mas sabio, mas agradecido de tu vida, mas reflexivo y mas agradecido de la belleza.

Gracias, Ernesto...

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